Si a un cantor de coro se le pregunta sobre las razones que le han impulsado a integrarse en un conjunto coral, suele contestar que porque le gusta cantar. Si bien es cierto que la respuesta es obvia, a veces resulta complicado explicar con palabras el complejo entramado de sensaciones personales que cualquier coralista experimenta a lo largo de su actividad en un grupo coral. Existe una serie de motivaciones provocadas por el simple hecho de tomar parte activa en un colectivo dedicado a la recreación del arte de la música cantada, que sólo se pueden comprender cuando se viven directamente.
El canto es una cualidad primaria del
ser humano inherente a su facultad para emitir sonidos. Todo el que puede
hablar, en principio, puede cantar. El canto no es más que un ordenamiento
lógico de las inflexiones de la voz. Por tanto, se puede decir que cantar es un
hecho natural, aunque a muchas personas no se lo parezca. No todo el mundo,
evidentemente, está capacitado para cantar en un coro, pero hay una curiosa
infravaloración de las cualidades cantoras individuales en un porcentaje muy
elevado de personas, que no se corresponde con la realidad. En este sentido, la
posibilidad de ejercer como cantantes en un coro es una cuestión que, en muchas
ocasiones, se ignora.
Es frecuente
ver que cuando alguien se acerca a un coro con intención de participar
activamente en él, lo hace con una vaga idea del hecho coral y con escaso
convencimiento de sus posibilidades. Luego, en la práctica, muchos de estos
cantores incrédulos “descubren” sus verdaderas posibilidades y comienzan a
entender que su participación no sólo es válida sino necesaria. Más aún,
algunos empiezan a sentir la necesidad de aprender música.
En el canto
coral, al placer de cantar se le une la condición singular de hacerlo
colectivamente. Un conjunto coral posibilita a muchas personas el acceso a un
mundo artístico lleno de sensibilidades y belleza estética, que ensancha el
conocimiento y conduce a la comprensión de los fundamentos básicos de la
cultura musical a través de la interpretación. La sensación “mágica” que
produce cantar a varias voces en perfecta sincronización, donde cada una de las
melodías en juego tiene vida propia, provoca en el cantor unas vibraciones
gozosas de las que es imposible sustraerse.
Además, la
peculiaridad del canto colectivo adquiere una dimensión solidaria que le
confiere unas connotaciones muy especiales: la diversidad ideológica, social y
cultural de los componentes de un coro, no sólo puede discurrir en buena
armonía, sino que es un motivo más de enriquecimiento, muy difícil de lograr en
otros órdenes de la vida.
Un conjunto
coral no es ni más ni menos que una suma de voluntades y un común acuerdo
formal, encauzados por un responsable técnico-musical. Lo demás lo da la propia
música. Saber aprovechar esa oportunidad es dar continuidad a una forma de
expresión artística con muchos siglos de historia y desde la que se han gestado
todas las demás fórmulas de interpretación musical colectiva. Hoy día, esa
herencia pasada se concreta en los cientos de miles, o quizás millones, de
personas que cantan en coros en cualquier rincón del mundo.
(Extracto del libro “Teoría y Práctica
del Canto Coral” de Miguel-Angel Jaraba)
Chamfort,
escritor francés del s. XVIII, decía que “No hay día más perdido que aquel
que no hemos reído”, y nosotros añadiríamos ...ni cantado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario