
Aunque no pertenecía al grupo fundacional de la
Coral, siempre nos lo pareció. Vino para cantar pero le añadió compromiso al trabajo,
lealtad al grupo, equilibrio en las opiniones y mucha rectitud en sus acciones. Supo mezclar la discreción con una personalidad muy
marcada para ganarse el respeto de todos.
Carmen sentía pasión por los viajes y cada año nos “castigaba”
con algunas semanas de ausencia para volver desde algún remoto destino justo a
tiempo para los ensayos generales. Esta
vez será distinto y ya no valdrá esperar a que vuelva de Etiopía, de Vietnam o
del Perú, porque tendremos que seguir
cantando y cuando nos venga su recuerdo, solo quedará levantar un poco la vista
y proyectar nuestras voces más allá de la partitura. Así sabrá que cantamos por
ella.
Hasta siempre Carmen.